viernes, 13 de noviembre de 2009

UN OASIS EN EL DESIERTO

Capitulo 5 . UN OASIS EN EL DESIERTO

En la casa de Marcela olía a incienso, ella estaba oyendo música “La Pantoja y la Butaca” estaban de exámenes y tenía la casa para ella sola, así que estaba llenando la bañera, para meterse hasta que se le arrugasen los dedos como cuando era pequeña, el timbre interrumpió la sesión de balneario rudimentario. Abrió la puerta sin preguntar y se encontró con Alfonso al otro lado, ella iba en pijama con una coleta mal puesta en medio de la cabeza, estaba totalmente ridícula,…
- ¿Tú que haces aquí? – fue lo único que le salió de la boca
- Ja,ja,ja…¿ Está Angelina?
- No, ella tiene un examen,…pero pasa que me van a ver todos los vecinos con mi disfraz de payaso.
- Je, je, je. Buena música estás escuchando, por cierto
- Gracias, si algún día quieres que te preste el CD…
- No estaría mal.
- Bueno y ¿quieres que le diga algo a Angelina?
- No, sólo pasaba por aquí y quise pasar a verla…
- Oye, espera, que me va a rebozar el agua de la bañera…- Marcela salió corriendo al baño y cerró el grifo.
Estando en el baño, se quiso retocar en el espejo para por lo menos no llevar ese pelo. La puerta se abrió lentamente y Alfonso entró con cuidado.
- ¿Qué haces tú aquí?
- Nada, que tardabas y digo a ver si le pasa algo….
- Ya. Claro. Anda que…
- Pero que no hace falta que te quites la coleta, que estás muy guapa con ella – dijo Alfonso acercándose a Marcela por la espalda y tomándola por la cintura.
Ella no pudo resistirse, suspiró profundamente y se dejó llevar. Alfonso no dudaba, se colocó frente a ella y empezó a besarla, ella le seguía sin pensarlo, se sentía flotar, “su” Alfonso la estaba besando,...No tardaron en ir a su habitación.

Los cuerpos de ambos se perdían entre las sábanas de aquella cama qu había pasado de ser un desierto, ha estar totalmente completa para los sentidos de Marcela.
La caricias y los besos, terminaron en deseo, las palabras que Alfonso le decía al oído la hacían resucitar. El tacto de los dedos de él por su piel, le hacía sentirse envuelta en un manto de seda, se sintió cada vez más frágil, más encadenada, más fácil... y terminó entregandose totalmente a él, dejando que la lujuría y la pasión llenaran aquella habitación, los dos fundidos, haciendo el amor, como si no fuese a existir un mañana.

Cuando hubieron terminado, Alfonso salió corriendo de allí, sin apenas despedirse. Ella se quedó sola, sentía que se había fallado a sí misma y lloró de rabia hasta
quedarse dormida del agotamiento.

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